Por: Tamara Alvarado H.
- Licenciada en Historia, PUC
- Licenciada en Letras Hispánicas, mención Lingüística, PUC
- Magíster en Historia, PUCV
- Master Études Médiévales, Université Sorbonne Paris 3, Paris 4, ENS, ENC.
- Doctorante en Université Paris 3 Sorbonne Nouvelle
- Profesora Université de Paris en Literatura y civilización medieval (año académico 2020-2021)
En la historia de las ciencias el paso desde un conocimiento esotérico hacia uno de tipo cartesiano, racionalista y ‘objetivo’ ha sido crucial para la definición de la ciencia moderna. En ese sentido, la astronomía goza actualmente de todas las credenciales para erigirse orgullosamente en ciencia. Pero, ¿Qué pasó y qué pasa con la dimensión esotérica del estudio de los cuerpos celestes? La astrología, en efecto, no solo es objeto de estudio en el pasado, pues debemos reconocer que una parte de ella continúa disputándose territorio en el presente, a través de la elaboración de horóscopos, vínculos con las lecturas del tarot, y predicciones de todo tipo cada vez que se inicia un nuevo año. Ahora bien, la distinción entre ambas no se origina con el nacimiento de las ciencias modernas, pues ya en la Edad Media la disputa se había instalado entre los Padres de la Iglesia y otros pensadores medievales.
Por ejemplo, para Isidoro de Sevilla (siglo VII) la distinción entre ambas disciplinas era crucial y necesaria. Para él, la astronomía estudia los movimientos de los astros y, en cambio, la astrología constituía el estudio de los poderes que estos mismos astros poseían inherentemente. Esta distinción viene dada ya unos siglos antes por Agustín de Hipona (siglo V) quien propone el concepto de una “astrología natural”, que consistía en utilizar los movimientos y posiciones de los cuerpos celestes conocidos en la época, para guiar determinadas acciones sobre la naturaleza: en actividades agrícolas, predicciones meteorológicas y, aunque pueda sorprendernos, para guiar ciertas prácticas médicas.
Fig 1: El uso de los conocimientos astronómicos para las actividades agrícolas y ganaderas, BnF MS lat. 320, fol. 310v – 311r.
La propuesta de Agustín de Hipona circula durante siglos y es considerada parte de un saber, si se quiere evidente, científico. Ya Cicerón, en el mundo romano antiguo se refería al tema en su Aratea, y autores posteriores a Agustín de Hipona continuarán señalando esta influencia entre cuerpos celestes y fenómenos naturales terrestres (por ejemplo el historiador Gregorio de Tours). Respecto a la relación de esta noción con la cosmovisión cristiana, hay que considerar que para ciertos pensadores medievales, la Luna, los meteoritos y cometas pueden adquirir una influencia providencial. Nada más evidente que el camino recorrido por los Reyes Magos siguiendo una estrella, la que anunciaba nada menos que el nacimiento del dios cristiano.
Fig. 2: Cristianización del zodíaco. BnF MS lat. 7029, fol. 154r.
Así, ya en los primeros siglos de ciencia medieval, la distinción entre astrología y astronomía se pretende clara. La astrología no tenía valor científico ya para estos primeros pensadores para quienes, los astrologi, los mathematici y los horoscopi no eran sino una forma de adivinación supersticiosa que intentaba revelar lo que solo la divina providencia conocía. Sin embargo, nuevos eventos vienen a complejizar la relación entre ambas disciplinas entre los siglos IX al X: de un lado, la influencia de los astros en la vida terrestre se da por sentada y su poder augural se constataba con la Biblia; del otro, el zodiaco se cristianiza, conservando entonces su valor intelectual y esotérico y, súper importante, se inicia el proceso de llegada y divulgación de textos científicos, esotéricos y mágicos del mundo árabe, tema que dejo para una próxima ocasión.
Referencias:
Recomiendo la exposición virtual, “Cielo y Tierra” en http://expositions.bnf.fr/ciel/index2.htm
BOUDET, Jean-Patrice. Entre Science et Nigromance. Astrologie, divination et magie dans l’Occident médiéval (XIIe-Xe siècle).
KIECKHEFER, Richard. La magia en la Edad Media.
