Por: Tamara Alvarado H.
- Licenciada en Historia, PUC
- Licenciada en Letras Hispánicas, mención Lingüística, PUC
- Magíster en Historia, PUCV
- Master Études Médiévales, Université Sorbonne Paris 3, Paris 4, ENS, ENC.
- Doctorante en Université Paris 3 Sorbonne Nouvelle
- Profesora Université de Paris en Literatura y civilización medieval.
¿Qué es un bestiario?
Folio tras folio, imágenes de animales tan conocidos como irreconocibles, tan reales como fantásticos se recorren acompañando textos a veces en verso, a veces en prosa, ya sea en latin, ya sea en las numerosas lenguas vernáculas de los siglos XII y XIII. Estos compendios, a primera vista, científicos, de una supuesta realidad natural por lo bajo irrisoria, es sin embargo mucho más y mucho menos que eso. La sorpresa viene de nuestra costumbre lectora, que nos ha habituado a reconocer en textos de similares características, el género de la enciclopedia, y con ella, a esperar la seriedad y rigurosidad de un discurso científico lacónico y para nada poético.
Pero lo primero a tener en consideración cuando abrimos las páginas de un maravilloso bestiario medieval es que este tipo de textos no tienen en ningún caso un objetivo científico que pretende describirnos la realidad. Concebidos como instrumentos pedagógicos para la educación religiosa del cristiano, “los bestiarios no describen el mundo animal sino en la medida en que este construye una red simbólica significativa para el ser humano y su destino, revelando la grandeza divina” (Baumgartner, E., 134). A través de estos textos se ilustran las virtudes morales exigidas al cristiano, funcionando como modo de explicación, no de la naturaleza, sino de los misterios de la encarnación y redención cristiana.
No estamos aquí hablando entonces de ciencia, sino de pura poesía, una forma de reinterpretar el reino animal a la luz de un significado espiritual. Ahora bien, como lo recuerda Debra Hassig, esta forma de ser del bestiario medieval es el resultado de un proceso de cristianización de la información y ciencia clásica. En tal proceso, ciertos animales se transformaron en figuras de determinados tipos morales. Y debo destacar el “ciertas” criaturas. Pues no todos los animales se acompañaron de moralizaciones. Tenemos así que muchos de ellos serán descritos de manera simple y acorde a la realidad natural.
¿Quiénes estaban detrás de los bestiarios medievales?
Como en muchos otros casos, la mayor parte de los bestiarios son anónimos. Algunos nombres resuenan sin embargo en esta tradición. Así, por ejemplo, el Bestiario en verso de Guillaume el Clérigo, escrito en anglo-normando. E igualmente, como en muchos otros casos de textos medievales, en un primera etapa, quienes creaban, copiaban y leían bestiarios fueron los integrantes de las comunidades monásticas. Sin embargo, como lo demuestra Debra Hessig en su estudio, estos textos apelaban a una más amplia variedad de lectores. Un ejemplo claro de ello es el célebre Bestiario de amor de Richard de Fournival, del siglo XIII, una adaptación profana del tratado conocido como el Fisiólogo. Asi, se trató de un género que proliferó en los medios monásticos.
Orígenes del bestiario medieval
El bestiario medieval tal como lo conocemos hoy es un producto de su tiempo, y sin embargo, no existe sin una larga tradición que se hunde en la Antigüedad. A inicios de la era cristiana el interés exegético de los intelectuales del momento llevó a codificar la naturaleza de acuerdo al simbolismo cristiano. El resultado de esta tarea es el texto conocido como el Fisiólogo, un tratado que constituyó la base de los bestiarios medievales. A partir de este y de la tradición precedente, los compiladores cristianos iniciaron el proceso de reescritura y de transformación del conocimiento pagano de la naturaleza en miras a servir a un nuevo propósito, un propósito didáctico.
El apogeo de la producción de este tipo de textos se dio en el siglo XIII, especialmente en Inglaterra, donde los bestiarios llegaron a ser tan populares como el libro del Apocalipsis y los salterios ilustrados de la misma época.
Lo que hay que tener en cuenta es que no existe un único texto para los bestiarios sino numerosas variantes que van desde los primeros textos cristianos hasta los diversos tratados medievales. Sin embargo, una fuente común a la mayoría de estos textos la constituyen el ya citado Fisiólogo, las Etimologías de Isidoro de Sevilla, el Hexámeron de Ambrosio, un compendio latino conocido como el De bestiis et aliis rebus, el De aves de Hugo de Fouilloy, el Collectanea rerum memorabilium de Solinus, y en menor medida, el Pantheologus de Pedro de Cornwall.
¿Cómo funcionaba el bestiario medieval?
Siguiendo el objetivo espiritual perseguido por los bestiarios, se tomaron ciertos animales como representaciones simbólicas de Cristo y del demonio, así como de ciertos tipos humanos, algunos buenos, otros malos. Debra Hessig demuestra que en muchos casos, un mismo animal activaba una serie de significaciones, incluso a veces contradictorias. La posición en la que se encontraban al interior de cada manuscrito, el orden en el que se les presentaba, todo ello parecía tener una significación alegórica tanto como literal.
Sabemos que una buena parte de los bestiarios revisados contenían criaturas fantásticas, excéntricos textos e inusuales ciclos iconográficos, tal el ciclo de las Razas Fabulosas. Todo ello nos indica que, contrariamente a lo que se puede pensar en primera instancia, el género del bestiario no es un género uniforme ni fijo. No se trataba simplemente de copiar y reescribir un conocimiento existente, sino de reformularlo en función de sus nuevos lectores, objetivos y redes de significación internas a cada manuscrito.
Del lado de las imágenes, es interesante constatar que muchas de estas eran parte de un imaginario ya bien conocido y popular. Estas imágenes fueron reapropiadas y simplemente reinsertadas en los bestiarios.
Resonancias del género
Si hay algo por lo que hoy se conocen los bestiarios es por la presencia en ellos, de animales fantásticos que han habitado en las últimas décadas la literatura y el cine de carácter fantástico. El basilisco, el dragón, el unicornio, el hipogrifo son todas ellas criaturas que deben todo a la larga tradición del bestiario. Y en efecto, en lo que refiere a estos textos del período medieval, criaturas que hoy llamaríamos fantásticas poblaron también sus páginas bellamente ilustradas. En parte, se trata de criaturas del otro mundo que, en palabras de Robert Barlett, “no son ni angélicas, ni humanas, ni animales”, creando así una categoría de lo ambiguo y sobrenatural que reunía a todo eso que estaba allá, en los confines y más allá de los límites de la Cristiandad. En un mundo que hace un constante llamado a lo maravilloso, nos recuerda James Wade, lo ambiguo y sobrenatural podía reunir una gran variedad de criaturas, tan amplia como amplio es el mundo que se proponía describir. Las noticias de tales criaturas se nutrían con los relatos presentes en crónicas, romances, fábulas, vidas de santos, etc. Es decir, formaban parte del conocimiento de mundo del lector medieval.
Bibliografía
BAUMGARTNER, Emmanuèlle. Le récit médiéval. Paris: Hachette Livre, 1995.
HASSIG, Debra. Medieval Bestiaries. Text, Image, Ideology. Cambridge University Press, 1995.
WADE, James. Fairies in Medieval Romance. New York: Palgrave Macmillan, 2011.