(Imagen de portada)
Panel de 1476 realizado por Carlo Crivelli, renacentista italiano donde muestra a Santo Tomás de Aquino. Es parte del retablo “’Demidoff” hecho para el altar mayor de San Domenico en Ascoli Piceno, Italia del este.
POR:
Prof.: Dr. D. Manuel Ortuño Arregui.
Instituto Superior de Ciencias y Educación (CUISCE).
Facultad de Humanidades y Ciencias Religiosas de la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial.
RESUMEN
El cenit de la escolástica en el siglo XIII se alcanzó con la figura de Santo Tomás de Aquino, un teólogo y filósofo que consiguió aunar, relacionar y conectar: “Fe” y “Razón”. Sus obras más relevantes la Summa theologica y la Summa contra gentiles, definieron el campo de la filosofía y la teología a partir de la diferenciación entre los preámbulos de la fe y los artículos de fe, una gran contribución necesaria en el desarrollo filosófico y teológico posterior.
DESARROLLO
La escolástica en su fase de apogeo coincide con el siglo XIII, momento de mayor auge en la Europa medieval del inicio de la configuración de los Estados, siendo Francia el país hegemónico. En este siglo se fundan las universidades y surgen las órdenes mendicantes (dominicos y franciscanos), de donde procederán la mayoría de los teólogos y filósofos de la época. Fueron precisamente los dominicos los que asimilaron la filosofía de Aristóteles a partir de las traducciones e interpretaciones árabes de Avicena y Averroes. Los franciscanos seguirán la línea abierta por la patrística, y asimilarán el platonismo, que era mucho más armonizable con los dogmas cristianos.
El autor más importante de este período y de toda la escolástica en su conjunto fue Santo Tomás de Aquino (1225-1274). Fraile dominico, discípulo de Alberto Magno. Fraile dominico, discípulo de Alberto Magno, el primero en introducir y articular con la fe los textos aristotélicos.
Santo Tomás está considerado como un pensador que llevó a cabo la más sistemática síntesis entre pensamiento cristiano y aristotélico, aunque también integró algunos aspectos del platonismo. Sus dos mayores obras, la Summa theologica y la Summa contra gentiles, delimitaron el campo de la filosofía y la teología a partir de la diferenciación entre los preámbulos de la fe y los artículos de fe. La relación entre razón y fe. La razón natural se debe poner al «servicio de la fe». La filosofía es la sierva de la teología. Aceptó el empirismo aristotélico, su teoría hilemórfica y la distinción entre dos clases de intelectos. Por tanto, adopta los principios del aristotelismo: las teorías de la substancia y accidentes, de la materia y la forma, de la potencia y el acto, de las cuatro causas, etc. Pero no acepta el aristotelismo en su integridad porque contiene elementos anticristianos como la afirmación de la eternidad del mundo o la no inmortalidad del alma. De la filosofía árabe tomó la distinción ajena a los griegos entre la esencia y la existencia, a partir de la cual elaboró sus argumentos cosmológicos para demostrar la existencia de Dios: las cinco vías tomistas, o pruebas a posteriori de la existencia de Dios. Por otro lado, propuso cinco “vías” que poseen un idéntico esquema y que sólo difieren por su punto de partida. El punto de llegada es siempre el mismo -Dios-, pero considerado de un modo diferente (como “motor inmóvil”, como ser “Infinitamente perfecto”, etc.).
Es evidente que fue uno de los pilares de la trasmisión del conocimiento. Su figura se corresponde con una visión del pensamiento de gran importancia académica y se convierte en el principal representante de la enseñanza escolástica. Debe ser admirado como un gran sabio y filósofo, donde una de sus principales ocupaciones fue la docencia. Además, su obra se apoya en las técnicas de investigación escolástica, que eran las mismas que se empleaban para dar clase. La enseñanza de su época estaba reservada a personas muy cualificadas, que aprendían escuchando a los sabios y contemplando cómo discutían entre sí. De hecho, el maestro iba desgranando textos ante sus alumnos, desmenuzando poco a poco su origen, sus expresiones y su sentido. Este tipo de actividad docente está en el origen, por ejemplo, de los extensos y magníficos comentarios que escribió sobre las obras de Aristóteles. También había otro tipo de lecciones que se apoyaban en la técnica de la quaestio, que consistía en formular un problema, con sus diversas variantes, para después intentar resolverlo. Para ello se seguía siempre el mismo esquema: se citaba a los máximos expertos (auctoritates) en la materia y, a continuación, se planteaban las principales dudas y se daba respuesta a ellas. La Summa Theologica, es fiel a esta metodología de trabajo, a la vez heurística y didáctica, que estaba también en la base de las disputationes.
La enorme ventaja de esta metodología es que el conocimiento y los hábitos intelectuales iban cristalizando con gran solidez en la mente de los alumnos. Entre otras cosas, porque era muy exigente y generaba un tipo de aprendizaje muy poco memorístico, al no tener tanta importancia el soporte de la palabra escrita. Lo más admirable de este sabio es que adquirió sabiduría con la lectura de libros dentro de un pensamiento centrado en la exposición de sus ideas con respeto y calma, aun cuando sus contrincantes lo ofendieran.
Ya hemos indicado que fue el mejor exponente de la síntesis entre pensamiento cristiano y aristotelismo, aunque integró también muchos aspectos del platonismo. La demarcación entre filosofía y creencia religiosa llevada a cabo por Tomás de Aquino será el inicio de un proceso de independización de la razón que empezará en el siglo siguiente y que representará el fin de la filosofía medieval y el comienzo de la filosofía moderna.
Para Santo Tomás no hay conflicto entre razón y fe, sino armonía. Por otro lado, hay en sus argumentos una distinción entre la verdad teológica (fe) y la verdad filosófica (razón); cada una tiene su propio campo de acción: a la filosofía corresponde el campo de la verdad natural y a la teología el de la verdad sobrenatural. Pero para Santo Tomás no puede haber conflicto entre ambas porque las dos proceden de Dios; son distintas, pero no contradictorias.
Si atendemos a la armonía de las dos verdades, observamos que se muestra una realidad, la existencia de verdades que son a la vez verdades de razón y de la fe. Esta realidad es patente en preguntas existenciales como la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Por tanto, nos ofrece la razón y fe como dos vías para llegar a la misma verdad. Admitamos que hay contradicción entre fe y razón. En este caso según Santo Tomás podemos estar seguros de que la fe siempre tiene la verdad y que es el filósofo que usa la razón el que se ha errado en sus argumentos. Para él es la fe la que colabora con la razón en la búsqueda de la verdad, la fe es una norma o criterio (extrínseco) para la razón. Pero la razón también ayuda a la fe, porque ayuda a ordenar racionalmente las afirmaciones de la fe en la teología. La existencia de contenidos comunes a la fe y a la razón permite que el filósofo llegue a establecer argumentos racionales sobre Dios, el hombre, la ética, y que esos argumentos coincidan con lo que afirma la fe y la moral cristianas.
En conclusión, la relación entre filosofía (razón) y creencia religiosa (fe) es sinónimos de tomismo, una determinante unión del pensamiento teológico y filosófico y significará el inicio de un proceso de independización de la razón que empezará en el siglo siguiente y que representará el fin de la filosofía medieval y el comienzo de la filosofía moderna. Una verdadera convivencia entre la “Fe” y la “Razón”.
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Disponible en http://www.newadvent.org/cathen/13548a.htm
Traducido por Juan Ignacio González Gómez.