Por: Jorge Adrián Pérez Fuentes.
- Licenciado en Educación.
- Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales.
- Magister en Historia de Occidente.
- Magister en Educación, Mención Gestión de Calidad.
- Diplomado en Estudios Medievales
- Diplomado en Liderazgo Educativo
- Editor de contenidos en: www.medieval.cl
“La universidad medieval es una de las más grandes creaciones de la civilización occidental, cuya grandeza nace de su perfecto enraizamiento con la sociedad que le dio vida”[1].
Con esta frase, Galo Gómez nos resume la importancia de la universidad y la relación que esta tuvo con el contexto histórico que las vio nacer, dando respuesta a los requerimientos de una sociedad que, con el creciente intercambio comercial, el surgimiento de las primeras ciudades y el contacto con el mundo árabe, se vio enfrentada ante un gran influjo cultural que debió entender, canalizar y someter a crítica, redescubriendo los clásicos grecolatinos y el inmenso aporte cultural que el mundo árabe entregó a occidente, gracias a una serie de escuelas de traductores, que permitieron que la sociedad europea medieval, que por siglos se había mantenido sumida en la analfabetismo y la superstición, volviese a iluminarse con la luz del conocimiento.
Desde el siglo XII muchas ciudades europeas parecen entender la importancia de esta institución, por lo que cada una se preocupó por edificar una universidad que la identificara, expandiéndose en muy poco tiempo por la mayoría de los países de Europa Occidental, siendo las más antiguas, las Universidades de Bolonia y París, cada cual con un modo particular de organización: “Los orígenes de las corporaciones universitarias son a menudo tan oscuros para nosotros como los orígenes de las corporaciones de otros oficios […] en las ciudades en que se forman las universidades (por el número y la calidad de sus miembros) revelan una potencia que inquieta a los otros poderes. Las universidades adquieren su autonomía luchando tanto contra los poderes eclesiásticos como contra los poderes laico”[2].
Una vez que consolidadas las universidades, como nos explica le Goff, adquieren privilegios corporativos, como autonomía, jurisdicción, derecho a emitir y monopolizar sus propias licencias, crear su propio escudo, establecer su propio reglamento interno y modo de organización, etc., cada universidad estableció sus propios programas de enseñanza, calendarización y tipo de exámenes.
Cada universidad organizó su curriculum educativo en base a su propia realidad y necesidad, especializándose cada facultad en una rama del saber, como fueron: el derecho, la medicina, la teología y las artes liberales, que se organizaron en Trivium y Quadrivium, los tres y cuatro caminos que debía seguir el conocimiento, el primero contemplaba la enseñanza de la gramática, la retórica y la dialéctica, mientras que el segundo la aritmética, la astronomía, la geometría y la música.
El paradigma educativo, mediante el cual se trabajó este curriculum, fue la escolástica, que Le Goff nos explica con las siguientes palabras: “El razonamiento escolástico pasa por cuatro momentos: el primero es la lectura de un texto (lectio), etapa que se atrofiará con rapidez hasta el punto de desaparecer; el segundo es el planteamiento (quaestio) de un problema que en su origen se había planteado en la lectura; la discusión de ese tema (disputatio) constituye el cogollo del proceso, el paso esencial del tercer momento, y por último viene la solución (determinatio), que es una discusión intelectual”[3]. De modo que los intelectuales bajomedievales dejaron de estar atados a la exegesis y los textos sagrados, y comenzaron a problematizar diversos asuntos que les demandaron fuertes reflexiones, fundamentaciones y posición clara frente a estos.
Otra novedad que trajo consigo el método escolástico fue la importancia que se le dio a los textos escritos, siendo los libros, sus autores y comentaristas una verdadera autoridad intelectual y único medio para comprender alguna disciplina. La escolástica predomino en la Europa Medieval y parte del Mundo Moderno.
Referencias:
[1] GÓMEZ OYARZÚN, Galo, La Universidad a Través del Tiempo, Universidad Iberoamericana, México, 1998, p.17
[2] LE GOFF, Jacques, Los Intelectuales en la Edad Media. Gedisa, Barcelona, 2008. p.76
[3] LE GOFF, Jacques, La Baja Edad Media. Siglo XXI, Madrid, 2011, p.48