Iram Melo Espinoza
Estudiante de Licenciatura en historia de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
Recreador medieval.
Estudiante de esgrima en Esgrima Histórica Concepción.
Colaborador permanente en Medieval.cl.
Carlomagno ha sido una figura prominente dentro de los estudios medievales, su vida y obra, así como también la de su padre y de sus hijos han marcado diversos puntos de inflexión en la historia de occidente. Sin duda alguna, uno de los momentos más destacados corresponde a la coronación de este notable personaje como emperador y guardián del legado del imperio romano.
CONTEXTO HISTÓRICO
Uno de los antecedentes que se deben tener en cuenta es la importancia del Imperio Romano en la construcción de la identidad europea. No obstante, se ha de aclarar, antes de continuar, que resulta algo audaz referirse al concepto de la conformación de una identidad en el sentido estricto de la palabra puesto que dentro de esta época solo existieron tentativas de reconstruir o restaurar lo que significó el imperio romano en el escenario de Europa. A estas alturas, también debe quedar claro que el legado de aquel imperio jamás desapareció, sino que se mantuvo por medio de la admiración de las diversas culturas que se fueron instalando en los territorios que antiguamente pertenecían a la zona occidental del imperio a tal grado que buscaban emular sus estructuras de organización.
La historia de Carlomagno está precedida por la de su padre, Pipino el Breve, y la de su abuelo, Carlos Martel. Dos personajes históricos cuyas acciones ayudaron a construir en cierto modo al reino Franco y a la dinastía que le sucedería en consecuencia de estos mismos actos. Con respecto a Carlos Martel, se dejará en claro que a pesar de ser hijo bastardo de Pipino el Joven, no dudó, una vez nombrado o mejor dicho haber adquirido sin oposición el título de mayordomo de palacio, en comenzar una serie de campañas dentro de las divisiones del Regnum Francorum con la finalidad de restablecer el orden que se había perdido frente a la ofensiva de los diversos pueblos que lo habitaban tales como bávaros, frisios y sajones, así como también musulmanes venidos desde el norte de España, en los años 720 al 734. La victoria dentro de todas estas campañas permitió a Carlos Martel conseguir prestigio y dominio además de autoridad dentro del territorio galo. Y que en cierto modo sería un paso inicial al surgimiento de la dinastía carolingia.
Pipino el Breve, hijo de Carlos Martel acabaría heredando el título de mayordomo de palacio (tal como dicta la tradición medieval de aquel entonces) y da su servicio a la dinastía de los reyes merovingios. Sería Pipino quien daría el paso crucial que daría con el surgimiento de la dinastía de los carolingios, primero tomando en cuenta que iniciaría un golpe de estado contra Childerico III, conocido por ser uno de los “reyes holgazanes”, una serie de monarcas cuyas actividades solo estarían centradas en la fiesta y las intrigas palaciegas más no a la administración del reino debido a su incapacidad. Esta última sería llevada a cabo por los mayordomos de palacio y si bien Pipino debió en primera instancia hacer frente a las sucesivas rebeliones que se dieron dentro de territorio, también comenzó a adquirir mayor notoriedad e influencia debido a sus gestiones en pos de asegurar el orden en el reino, e incluso mantuvo una relación entre la iglesia y la realeza franca, en donde sus intereses quedaron sintonizados. Esto llegó a tal grado que se comenzó a considerar que el reino solo era gobernado por él y no por el rey, este último acabo siendo desterrado por su inutilidad frente al cargo.
Pipino había realizado lo mismo que en épocas de los merovingios había producido tantos conflictos al territorio franco: dividió el reino entre sus dos hijos, Carlomán y Carlos (quien sería conocido posteriormente como Carlomagno). Para el momento en que Carlomagno entra en la historia como un joven de 27 años, quedaría en claro que se le avecinaban grandes desafíos. En primer lugar, considerando los enfrentamientos que tendría con su hermano debido a la falta de colaboración entre ambos monarcas. Si bien Carlomán perece y permite a Carlomagno tomar posesión de sus territorios, la tarea apenas comenzaba. Tras este incidente, el rey franco comenzaría una serie de campañas que le permitirían anexar los territorios aledaños a Neustria, anexando Baviera, conquistando Sajonia y sometiendo a Frisia, entre otras campañas más para dar seguridad y estabilidad al reino.
EL AÑO 800
Carlomagno se había consolidado como una figura prominente no solo dentro de Francia sino en toda Europa. No solo fueron sus conquistas lo que le permitieron mantener su poderío en cada nuevo territorio adquirido, sino también las gestiones que realizó en variadas materias, entre ellas, tales como el ámbito educacional y el arquitectónico. No obstante, el motivo de su coronación se relacionó a factores externos a Francia y cuya causa posee nombre y apellido: Irene Sarantapechaina.
Irene Sarantapechaina, o Irene de Atenas si se prefiere, fue también una figura prominente dentro de la historia del imperio bizantino. De orígenes humildes, fue su belleza lo que logró ligarla a la familia imperial de oriente y a partir de aquel entonces comenzaría a vivir en una sucesión de hechos que la terminarían asentando en el trono del imperio romano de oriente, no como regente, sino como reina de hecho y derecho. Aunque sus inicios dentro de la corte imperial pasaron desapercibidos, con el tiempo su figura comenzó a ser más notoria, especialmente con las polémicas derivadas del gobierno con su hijo Constantino VI, quien accedió al trono siendo menor de edad. Las malas gestiones por parte de Constantino y las polémicas derivadas por su vida privada dieron pauta a Irene de conspirar en su contra y de exigir fidelidad por parte del ejército. Si bien las tropas en la capital accedieron a ello, las que se encontraban en las provincias no aceptaron tal exigencia. A esto, se le sumó además su política anti iconoclastia, lo que acabó comprometiendo aún más al imperio dentro de guerras civiles y persecuciones.
Pero había además otro factor que afectaba directamente a Irene en su posición: el hecho que la figura del emperador correspondía al de una mujer causaba gran malestar en los círculos de poder en general. Aun si ella gobernaba y gran parte de sus políticas diplomáticas fueron en concreto beneficiosas para el imperio, se seguía manteniendo por establecido que el cargo de mando se asociaba a una figura masculina, tal como lo describen muchas de las monedas acuñadas en el periodo que Irene gobernó, las cuales poseen la consigna basilys o “emperador” en vez de basilissa “emperatriz”.
Si bien existieron motivos variados, según el Papa León III fue este último factor lo que determinó su decisión de nombrar a Carlomagno como emperador, puesto que en Bizancio no existía ninguna figura de emperador reconocida. En efecto, el 24 de diciembre del año 800 se lleva a cabo la ceremonia en donde el monarca recibe la corona de manos del Papa y es en ese entonces en que Carlomagno es reconocido como emperador romano y guardián del legado de occidente. Cosa que fue considerada como una blasfemia para la emperatriz Irene. Aún si esta estrategia manifestaba de manera muy directa la nula aprobación que la iglesia daba al trono de Bizancio, tampoco se descartó una propuesta que contemplaba el matrimonio entre Carlomagno e Irene, con la finalidad de darle cierta solidez al nombramiento de esta última como gobernante. No obstante, esto jamás se concretó debido a un golpe de estado realizado en contra de la emperatriz que la depuso en el poder.
En tanto, lo que refiere a Carlomagno, este nombramiento le dio cierta legitimidad al emperador, quien era consciente de su nuevo rol protagónico en esta nueva etapa de su vida. La ceremonia es descrita por Eginardo, cronista del emperador de la siguiente manera:
“Él mismo, después de hacer su entrada el sacratísimo día de navidad en la basílica del apóstol san Pedro para la solemne celebración de las misas, y situándose ante el altar, donde se había postrado para la oración, recibió del Papa León la corona imperial sobre su cabeza, mientras todo el pueblo romano reunido lo aclamaba con las siguientes palabras: “¡A Carlos Augusto, coronado por Dios, grande y pacífico emperador de los romanos, vida y victoria!”. Después de estas alabanzas, fue reverenciado por el propio Pontífice según la costumbre de los antiguos príncipes. Omitido el nombre de Patricio, fue titulado (en adelante) Emperador y Augusto”.
Cabe mencionar además que esta acción comprendió la unión entre corona e iglesia en una relación más allá de lo que ya se tenía concebido. Esto se refiere a la idea de una comunidad cristiana que se vería representada por dos pilares fundamentales: el primero, el poder temporal, que se vería encarnado en la figura del monarca o emperador, el segundo, el poder secular, que se encontraría representado por el Papa. Ambas partes se desarrollarían en una relación de cooperación y si bien esta idea no resulta ser novedosa en los tiempos de Carlomagno, si se muestra mucho más consolidada a partir de la coronación. Finalmente, si bien la dignidad imperial no sobrevivió a su fundador, no quita el hecho que Carlomagno fue y sigue siendo una figura bastante prominente cuando se trata de estudiar la historia medieval, siendo considerado un personaje emblemático dentro de la misma.
REFERENCIAS
Carrera Airola, Leonardo. Equilibrio y confusión en la compenetración Estado-Iglesia. Análisis de un estudio de casos: Pipino el Breve, Carlomagno y Guillermo de Aquitania, siglos VIII al X. Revista historias del Orbis Terrarum (s.f.).
Halpen Louis. Carlomagno y el imperio carolingio. Akal Universitaria, serie historia antigua, 1947. Traducido por María Elena Jorge Margallo
López González, Clemente. Carlomagno y la tradición cristiana de Europa según Christopher Dawson. (s.f.).
Olmos Francisco. Las mujeres y el poder supremo en Bizancio, siglos V-XI, Aproximación numismática. Revista Mirabilia, 2013.