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LA IRA DE DIOS COMO CÁNTICO MEDIEVAL

Por: Jorge Adrián Pérez Fuentes.

  • Licenciado en Educación.
  • Profesor de Historia, Geografía y Ciencias Sociales.
  • Magister en Historia de Occidente.
  • Magister en Educación, Mención Gestión de Calidad.
  • Diplomando en Estudios Medievales
  • Editor de contenidos en: www.medieval.cl

Procesión de flagelantes en un grabado medieval

Mientras la Peste Negra azotaba Europa, predominó la idea de que esta fue un castigo de dios por los pecados en los que había incurrido la humanidad, generando en la población un sentimiento de culpa y arrepentimiento, no tardó en derivar a un fanatismo religioso que encontró su representación máxima en los flagelantes, grupo de fervientes cristianos que estaban convencidos que la redención y piedad de dios la conseguirían experimentando los mismos dolores que sufrió Cristo en la cruz, mediante la autoflagelación, los que a su vez, contribuyeron a la histeria colectiva, siendo grupos itinerantes que en su recorrido por diversos pueblos, villas y caseríos, colaboraron con la expansión de la enfermedad.

Debe haber causado gran impresión a la población medieval, el haber presenciado un espectáculo tan horrible y conmovedor, cómo eran estas procesiones sangrientas y sufridas que clamaban por la compasión de Dios.

La ira de Dios fue una idea predominante al interior del mundo cristiano, expresado en la letra de un antiguo himno latino del siglo XIII, atribuido al franciscano Tomás de Celano, creado unos cien años antes de la pandemia, pero que tomó real importancia cuando la gran peste azotó Europa, dicho cántico lleva por nombre Dies Iriae (Día de ira) y recalca la idea que los vicios y pecados que la humanidad venía cometiendo desde hace años, fueron la causa de que dios expresase su ira y castigo mediante diversas calamidades. A continuación, se expone en su idioma original y traducción al castellano:

 

Dies Irae, dies illa

solvet saeclum in favilla

teste David cum Sybilla.Quantus tremor est futurus,

Quando judex est venturus,

Cuncta stricte discussurus.Tuba,mirum spargens sonum

per sepulcra regionum

coget omnes ante thronum.

Mors stupebit et natura,

cum resurget creatura,

judicanti responsura.

Liber scriptus proferetur,

in quo totum continetur,

unde mundus judicetur.

Judex ergo cum sedebit,

quidquid latet,apparebit:

nil inultum remanebit.

Quid sum miser tunc dicturus?

quem patronum rogaturus,

cum vix justus sit securus?

Rex tremendae majestatis,

qui selvandos salvas gratis,

salva me, fons pietatis.

Recordare, Jesu pie,

quod sum causa tuae viae

ne me perdas illa die.

Quaerens me, sedisti lassus,

redemisti Crucem passus:

tantus labor non sit cassus.

Juste judex ultionis,

donum fac remissionis

ante diem rationis.

Ingemisco,tamquam reus,

culpa rubet vultus meus

supplicanti parce, Deus.

Qui Mariam absolvisti,

et latronem exaudisti,

mihi quoque spem dedisti.

Preces meae non sunt dignae,

sed tu bonus fac benigne,

ne perenni cremer igne.

Inter oves locum praesta,

et ab haedis me sequestra,

statuens in parte dextra.

Confutatis maledictis,

flammis acribus addictis,

voca me cum benedictis.

Oro supplex et acclinis,

cor contritum quasi cinis:

gere curam mei finis.

Lacrimosa dies illa,

qua resurget ex favilla

judicandus homo reus.

Huic ergo parce, Deus.

Huic ergo parce, Deus: pie Jesu Domine,

dona eis requiem. Amen.

Día de la ira, aquel día

en que los siglos se reduzcan a cenizas;

como testigos el rey David y la Sibila. ¡Cuánto terror habrá en el futuro

cuando el juez haya de venir

a juzgar todo estrictamente! La trompeta, esparciendo un sonido admirable

por los sepulcros de todos los reinos

reunirá a todos ante el trono.

La muerte y la Naturaleza se asombrarán,

cuando resucite la criatura

para que responda ante su juez.

Aparecerá el libro escrito

en que se contiene todo

y con el que se juzgará al mundo.

Así, cuando el juez se siente

lo escondido se mostrará

y no habrá nada sin castigo.

¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?

¿A qué protector rogaré

cuando ni los justos estén seguros?

Rey de tremenda majestad

tú que, salvas gratuitamente a los que hay que salvar, sálvame, fuente de piedad.

Acuérdate, piadoso Jesús

de que soy la causa de tu calvario;

no me pierdas en este día.

Buscándome, te sentaste agotado

me redimiste sufriendo en la cruz

no sean vanos tantos trabajos.

Justo juez de venganza

concédeme el regalo del perdón

antes del día del juicio.

Grito, como un reo;

la culpa enrojece mi rostro.

Perdona, señor, a este suplicante.

Tú, que absolviste a Magdalena

y escuchaste la súplica del ladrón,

me diste a mí también esperanza.

Mis plegarias no son dignas,

pero tú, al ser bueno, actúa con bondad

para que no arda en el fuego eterno.

Colócame entre tu rebaño

y sepárame de los machos cabríos

situándome a tu derecha.

Tras confundir a los malditos

arrojados a las llamas voraces

hazme llamar entre los benditos.

Te lo ruego, suplicante y de rodillas,

el corazón acongojado, casi hecho cenizas:

hazte cargo de mi destino.

Día de lágrimas será aquel renombrado

en que resucitará, del polvo

para el juicio, el hombre culpable.

A ese, pues, perdónalo, oh Dios.

Señor de piedad, Jesús,

concédeles el descanso. Amén.

En la escena de los flagelantes, de la película El Séptimo Sello (Det sjunde inseglet) 1957, de Ingmar Bergman, ambientada en el contexto del primer gran brote de la Peste Negra (1347-1353), se visualiza de forma muy realista, el fanatismo religioso, de este grupo de convencidos en que podían ser absueltos de sus pecados por medio del castigo físico.

Por otro lado, el sacerdote que va a la cabeza de esta procesión, probablemente franciscano, en su sermón desprecia, ironiza y culpa a las personas: La Peste es un castigo divino, por los vicios en que cayó la humanidad.

En dicha escena (que adjuntamos a continuación) llama la atención la representación del Cristo Románico: Juzgador, adolorido, lleno de sufrimiento y molesto con el hombre, a diferencia de la actual representación renacentista de Cristo, más humanizado, relajado y que se sobrepone al dolor.

La procesión se acerca y retira al son del DIES IRAE (Día de la ira) entregándonos una de las imágenes que más nos permite hacernos uno idea clara, de cómo haber sido el contacto con estos grupos.

ESCENA DE LOS FLAGELANTES:

 

Referencias:

La Peste Negra (1346 – 1353) BEnedictow, Ole (Ed. AKAL)

El Llibre de la Pesta. Cuadrada, Coral (Ed. Rafael Dalmau)

Scriptum Pestilentis, Pérez, Jorge (Ed. Trirremis)

Canto Gregoriano: Dies Irae

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