- Estudiante de Licenciatura en historia de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
- Recreador medieval en KULTUR agrupación medieval.
- Estudiante de esgrima en Esgrima Histórica Concepción.
- Estudioso interesado por el Periodo Medieval.
Siendo una de las más conocidas epidemias de toda la historia, se puede incluso decir que pertenece a un elemento con el cual usualmente se caracteriza a la edad media. La peste negra, ciertamente ha tenido su influencia en el occidente medieval, y su brote epidémico en 1347 marcó un antes y un después en la historia misma.
A finales de 2019, se gestaba en oriente una enfermedad letal que, muy probablemente, en aquel momento nadie jamás imaginaría que llegaría al punto de afectar a la población alrededor del mundo. No obstante, durante los primeros meses de 2020 la pandemia se convertía en un hecho. En estos últimos meses la humanidad ha tenido que lidiar con la aparición de este nuevo virus y ha buscado adecuar su vida cotidiana dentro de este nuevo marco, que para algunos podría significar un punto de inflexión en la historia humana.
Si bien, los avances científicos de la actualidad han permitido el desarrollo de, no sólo una sino, varias vacunas, las cuales se han vuelto una luz de esperanza dentro de este escenario pandémico, el abanico de emociones cargadas de intensidad en la sociedad actual ha hecho que de una u otra manera se buscaran ciertos paralelismos entre la pandemia actual de covid-19 y la famosa epidemia de peste negra que azotó a Eurasia entre los años 1347 y 1353.
Hablar de la peste negra implica de por si referenciar a un elemento que caracterizó al periodo medieval, especialmente por los diversos cambios que a nivel social, político y económico sufría la Europa de aquel momento y que marcaría la construcción de un nuevo paradigma a nivel continental. Sin embargo, las siguientes líneas no pretenden profundizar en materia, que ya es más que conocida por diversos estudiosos, sino más bien abarcar una pequeña revisión a la propagación del virus y hacer una pequeña descripción de los efectos psicológicos a nivel general que, de la misma forma que la enfermedad azotó al continente, estos azotaron en la mentalidad medieval.
SIGLO XIV: SIGLO DE CRISIS
Considerar que la epidemia marcó la transición de una época de prosperidad o despreocupación a una de crisis y desesperación es impensable. La epidemia claramente tuvo notoriedad e influyó en los europeos, pero mucho antes de que esta ocurriese Europa ya estaba pasando por momentos de crisis que, con el azote, se acentuaron todavía más. Los cambios atmosféricos causaron estragos en las cosechas y dio paso a un periodo de carestía, que significó una hambruna generalizada en todo el continente. Las dificultades para obtener alimento, así como también el uso de ciertas prácticas que buscaban aplacar el hambre (como lo fue el hacer sopas o guisos con plantas venenosas y cortezas de árboles) implicó en un debilitamiento de la población y de la misma forma, esta no estuvo tan preparada para hacer frente a las crisis sanitarias que estaban por venir.
Durante el siglo anterior, se generó un sentimiento de confianza en el europeo con respecto a su situación, esto no significa que hubo tiempos difíciles, en efecto los hubo, pero resultaban en cierta perspectiva, más fáciles de sobrellevar. Lamentablemente durante los años 1313 a 1317 esta confianza acabaría siendo minada por una crisis alimenticia que se intensificaría a través de la sucesión de carestías y epidemias que se convertirían en un ciclo durante todo este periodo. La población afectada por una alimentación poco nutritiva que acabaría cediendo a la fuerza mortuoria de las epidemias y que sucesivamente disminuiría a la población en capacidad de trabajar la tierra, acabaría también en un aumento de la demanda alimenticia y de esa manera comenzaba el ciclo nuevamente.
EPIDEMIA, LLEGADA A EUROPA Y SUS EFECTOS PSICOLÓGICOS.
La Peste no resultaba una novedad para los europeos, ya en el siglo VIII se tenían registros de como en la época de Justiniano había causado estragos y su conocimiento de ella no solo se plasmaba en las crónicas, sino también en las experiencias de Oriente. Sabían de la virulencia de la enfermedad, pero en ningún momento esperaban que les llegara a azotar del mismo modo. La denominación de Peste era utilizada de manera general, pues a pesar de sus variantes en relación a su manifestación, todas presentaban un síntoma en común que era la aparición de manchas de tono negro azulado en todo el cuerpo.
Para la variante que llegó a Europa, se sabe que llegó desde China la cual viajó a través de la ruta de la seda, azotando además a las ciudades que formaban parte de ella hasta llegar a la península de Crimea. Las primeras noticas respecto a la presencia de la enfermedad en el puerto de Caffa (ciudad portuaria ubicada en Crimea y que para aquel entonces estaba bajo la jurisdicción genovesa) se dieron en el año 1347 y a partir de ese lugar, la peste se propagó primero a Constantinopla y luego al resto del Mediterráneo por los contactos comerciales marítimos.
Una de las teorías sobre como la enfermedad llegó al continente europeo se fundamenta en uno de los tantos asedios que los mongoles perpetuaban contra la ciudad de Caffa. Cabe mencionar que esta cultura solía utilizar las pieles de marmotas como vestimenta, las cuales a su vez poseían la pulga que transmitía la peste. Se cree que los mongoles catapultaron los cadáveres al interior de las murallas, donde varios de sus habitantes, sin saber, entraron en contacto con la enfermedad y al huir a las principales ciudades portuarias italianas, las cuales eran centros comerciales de gran importancia (como Génova o Venecia), propagaron finalmente el virus por todo el resto de Europa.
Claramente las crisis que Europa estaba sufriendo a principios del siglo XIV se acentuaron cada vez más con la llegada de la enfermedad. De entre ellas, en el ámbito psicológico, motivó a que la sociedad medieval entrara en una profunda histeria colectiva que se manifestaría a través de diversas actitudes y acciones. Con anterioridad se ha dicho que las personas de la época medieval son personas conscientes de una muerte que los acecha en todas las formas y que en relación a ellos viven una constante angustia que intentan socavar con la fe. El hecho de perder a seres queridos, ver a gente sufriendo y además ya estar pasando a través de la hambruna, hace que la gente sienta a esta muerte mucho más presente que antes. El cómo la enfermedad asoló a los europeos, también fue un catalizador que llevó a la sociedad de aquel momento a aceptar cualquier teoría, aun por muy absurda que fuese. Para algunos, era un castigo por la vida pecaminosa que la sociedad llevaba a cabo, para otros representaba el fin del mundo e incluso para otro grupo se pensaba que era una venganza llevada a cabo por los judíos, lo cual incurrió en un ambiente de persecución e intolerancia religiosa enormes.
Algunas personas asumieron que la llegada de la epidemia significaba el fin de los días, por eso mismo, se entregaron a los excesos de manera explosiva, pues pensaban que nada sería mejor que beber y divertirse para satisfacer todos los deseos y erradicar o evitar el mal que representaba esta peste. Por otro lado, también se dio la aparición de grupos con actitudes extremadamente religiosas, quienes buscan purificarse para salvar sus almas y recibir a la muerte de buena manera, como lo fue el caso de los flagelantes. De la misma manera que el hombre medieval es consciente de la muerte, también posee una actitud religiosa, no es de extrañar para nada en la época y en un contexto de carácter crítico, tales angustias y actitudes se intensificaron a un nivel obsesivo.
La poca información que poseían los médicos medievales para poder dar una explicación convincente respecto al origen de la enfermedad ayudó a incrementar aún más la sensación de desesperación que poseía la sociedad. La medicina medieval europea no era tan avanzada y muchas de las hipótesis que los médicos sugerían incluso tenían elementos astrológicos o místicos. Algunos de ellos apuntaban a la peste como una contaminación del aire o la acumulación de materiales putrefactos, a raíz de esto, muchas personas salían de sus hogares portando flores, hierbas aromáticas o especias que olían con frecuencia, pues pensaban que de esa manera podían evitar contagiarse. En otros casos, la gente se aislaba en lugares recónditos, teniendo a su disposición comida, música y los elementos necesarios y evitaban las noticias traídas de las grandes ciudades, esto puede interpretarse como una fase de negación colectiva frente a un peligro que está tumbando los pilares que sostienen a la sociedad. La frustración de los médicos para dar con una explicación a la crisis sanitaria se superará con la frustración de poder encontrar alguna cura, pues el desconocimiento respecto a cómo funcionaba la enfermedad los llevaba a realizar los procedimientos equivocados que contribuían a la propagación de la peste.
El temor a contagiarse motiva a varios habitantes del campo a huir de los focos de infección, propagando aún más la enfermedad por el continente. Surge la desconfianza al prójimo, cualquiera puede infectar al otro y a los enfermos se les margina por miedo a entrar en contacto con la enfermedad. Hay registros de la poca o nula atención que en las grandes ciudades de la época les dieron a las medidas sanitarias en las primeras fases de contagio, con la finalidad de no causar un pánico generalizado en la población. Lamentablemente los efectos serían visibles más temprano que tarde. En el caso de otras ciudades como Florencia, si bien tuvieron precaución para evitar aglomeraciones también acabaron sucumbiendo al azote de la plaga. Giovanni Bocaccio, humanista y escritor italiano, al ser un testigo ocular de la crisis, describe a modo de introducción en el Decamerón la situación vivida por Florencia en aquel momento:
“¡Oh, cuántos memorables linajes, cuántas opulentas herencias, cuántas célebres riquezas no tuvieron sucesor! ¡Cuántos hombres ilustres, cuántas bellas mujeres, cuántos jóvenes gallardos, a quienes Galeno, Hipócrates o Esculapio hubieran juzgado sanísimos, almorzaron por la mañana con sus parientes, compañeros y amigos, y cenaron por la noche con sus antepasados, en el otro mundo!”
La cantidad de fallecidos en las ciudades y la alta virulencia de la peste llegó al grado en que los varios de los ritos religiosos no se realizaran por temor al contagio, especialmente el velar a los fallecidos. No solo esto, sino que se realizan entierros colectivos con la finalidad de acabar prontamente con la crisis. Algunos evitan realizar proyectos a futuro, así como otros prefieren acelerar los procesos para llevarlos a cabo lo más rápido posible. Así pues, se desarrolla en Europa una angustia generalizada que se manifestará en el arte, la literatura y en el comportamiento de las personas en aquel entonces. La muerte adquiere una presencia aún más notoria luego de aquella epidemia y la gente a su vez adquiere una actitud más devota a la fe con la finalidad de asegurar su salvación. Además, surge una actitud repelente a la muerte, la cual ya no es vista como algo natural sino como algo tenebroso y raíz de esto surgen las “danzas macabras” que recordaba a las gentes de todas las posiciones socioeconómicas que los placeres mundanos no eran eternos y que todos algún día debían morir.
REFERENCIAS
Verdon, Jean (2006). Sombras y luces de la Edad Media. Editorial El Ateneo.
Haindl, Ana Luisa (s.f.) La Peste Negra.
D’Arienzo, Valdo (2011). El crecimiento demográfico y la expansión de la economía. En Eco, Umberto (coordinador). La edad media, volumen 4: Exploraciones, comercio y utopías. Fondo de cultura económica.
Romano, Ruggiero y Tenenti, Alberto (1980). Los fundamentos del mundo moderno: Edad media tardía, renacimiento, reforma. Editorial historia universal siglo XXI.